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Como todo empezó


Todo empezó por el cabello. Había perdido el uso de mi mano izquierda, mi mano dominante. Así, que tuve que hacer algunos cambios. Entre ellos, la manera de manejar mi pelo.

En un país, donde el cabello y maquillaje define 85% o más, de la identidad de una mujer. Es decir, debemos vivir para el cabello, o casi de inmediato nos conviertimos para la mayoría, en una mujer descuidada, mal arreglada, o aprendiz de lesbiana. Que por cierto no sé cómo se relaciona la última con algo, pero nada…

A algunos les gustó mi estilo y a otros no tanto, a nivel de llegar a atribuirme las características antes mencionadas.

Luego mucha pelea conmigo misma, hice una lenta y tortuosa transición a la sencillez. Cosa que fue peor, mucho peor de lo que debía gracias a mi resistencia.

En esa transición, me tocó dejar la pose de, chica fashion, para ser normalita, nada más lejos de mi zona de confort, puesto que según yo, nací diseñadora. Lógicamente; la moda, el glamour y el estilo eran mi norte a seguir.

Ser normalita, resultó ser muy fácil, tomando en cuenta que eso era algo que, por no decir nunca, rara vez experimente. Poco a poco empecé a sentirme cómoda en mis nuevos zapatos y, finalmente en algún punto de ese largo camino encontré un lugar donde me siento más o menos bien ubicada, y ese lugar es por ahora; siendo, La Chica Del Sombrero.

Pero volviendo a donde todo empezó.

Además de mi cabello y estilo, me tocó cambiar hasta de carrera. Así que puse a un lado mi propósito en la vida, según yo, ser diseñadora de modas. Para convertirme en otra cosa.

Ojo: Puse a un lado... No olvidé

Como parte de los cambios, en lugar de peinar mi cabello, me ponía un gorrito, generalmente una boina.

Siempre me han gustado los sombreros, gorros, boinas, etc. Pero de manera especial los sombreros, para mí, son como la piedra angular del glamour. aunque nunca pensé que estos serían tan parte de mi.

Con el tiempo, los asumí como parte de mi identidad y era bien conocida por ellos, al punto de que algunas personas llegaron a no reconocerme sin ellos.

Sin embargo, pocos saben que la razón de los gorros y sombreros en mi look, obedecía a la necesidad que imperaba en ese momento, que era solucionar de la mejor manera el tema del aspecto y cuidado personal.

El punto de todo esto es, que me tocó cambiar mi historia o más bien escribirla de manera distinta a la planeada. Pero aquí estoy, para decirle a la gente opinante, que dedica parte de su tiempo a juzgar la vida y aspecto de otro; sin ser asesor de imagen u otra carrera a fin y sin saber sus circunstancias, que debe empezar a ocuparse de su propia vida, después de todo, nadie realmente puede colocarse en los zapatos del otro.

Y estoy también, para gritarle a los demás que al igual que yo en algún momento fueron blancos de esa gente, que cuando uno crece, no hay por qué ser espectador, que ser el protagonista puede resultar duro pero todo lo que vale, cuesta, y si se está dispuesto a pagar el precio no importa.

A mi me tocaron los gorritos, quien sabe si a ti te toca encontrar la cura del cáncer o algo mejor.

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