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Máscaras




Salimos a la calle con la máscara puesta, como si no quisiéramos que sepan quien realmente somos. Vivimos en continua fiesta de disfraces, en carnaval de hipocresía. Somos gentes que usamos mil máscaras para representar mil personajes de nuestro único cuerpo.


Nos ponemos trajes de payasos para negar nuestras tristezas, y armadura de guerreros valientes para ocultar nuestro miedo. Nos colocamos máscaras de recién nacidos para borrar las arrugas del espíritu, máscara de tierno cordero con la que pretendemos domar al lobo estepario que llevamos dentro.


Con una corbata muchas veces, intentamos cubrir la desnudez del alma. Con ropas humildes tratamos de tapar el sol de nuestra vanidad. A veces nos ponemos antifaz de político para cubrir nuestra ambición de poder y de amasar fortuna. Otras veces nos vestimos de religiosidad para encerrar en el hábito nuestra pasión oculta.


¡Qué difícil resulta quitarnos la careta!

Fingimos el amor, el gozo, el placer, la generosidad. Hacemos creer que nos sentimos bien.


En este carnaval de hipocresía ¿Cuándo nos quitaremos el antifaz del fingimiento y enseñaremos nuestro propio rostro?


Esperamos la hora, y quizás este sea el justo momento, para proclamar un mundo sin máscaras, una sociedad sin disfraz, una familia con la cara descubierta: Es decir, personas sinceras que no teman presentarse en el escenario de la vida tal como son: porque los tantos vestuarios y caretas de carnaval que fingen la alegría y la felicidad nos hacen sentir cada vez más desdichados.


Solo cuando nos quitemos las máscaras seremos auténticamente felices.


Ruben ventura Taylor