¡Un verdadero peligro!
El otro día, luego de pasar una excelente temporada con el bulto al hombro. Al volver a casa, la realidad me atrapó de nuevo, y como siempre quise escribir sobre eso.
El asunto empezó, con la recepción de este poema en mi mensajería:
"No tengo ganas de abrir la boca
¿Qué debo cantar?
Yo, odiada por la vida,
No hay diferencia entre cantar y no cantar.
¿Por qué debo hablar de la dulzura
Cuando siento tanta amargura?
Oh, el festín del opresor
Me tocó la boca.
No tengo ni un compañero en esta vida
¿Para quién puedo ser dulce?
No hay diferencia entre hablar, reír,
Morir, ser.
Yo con mi soledad agotada
Con dolor y tristeza.
Nací para nada.
La boca se debe precintar.
Oh, mi corazón, ya sabes que es primavera
Y momento para celebrar.
¿Qué debo hacer con un ala atrapada,
Que no me deja volar?
He estado callada demasiado tiempo
Pero nunca olvido la melodía,
Porque cada momento cuchicheo
Las canciones de mi corazón
Que me recuerdan el
Día que voy a romper la jaula.
Volar de esta soledad
Y cantar con melancolía.
No soy un débil álamo
Que cualquier viento va a sacudir.
Soy una mujer afgana,
Así que sólo tiene sentido gemir."
Nadia Anjuman (Herat, 1980-2005).
Hasta aquí, muy hermoso, aunque igualmente triste.
Lo siguiente al poema, fue una breve nota sobre la autora, que me ayudó a entender un poco la razón de tanta tristeza.
La nota decía lo siguiente:
Nadia Anjuman (Herat, 1980-2005).
Fue una poeta y periodista afgana. Destacada impulsora de los derechos de las mujeres, creando círculos de lectura en contra del régimen de su país. Publicó en 2005, mientras vivía, el libro Gol-e dudi (Flor ahumada o Flor roja oscura)
Fue asesinada a golpes por su esposo y por la familia de éste. Tomado del muro de Crónicas de Ant
Esta joven mujer que murió asesinada a los 25 años, tras publicar su libro en el año 2005. Se presume que su muerte fue provocada por su esposo y los familiares de este.
Me indigné con solo imaginar las circunstancias que dieron al traste con esta desgracia. y, me pregunto… ¿Dónde están las feministas, empoderadas y liberadas que acampan frente a palacios y otros edificios gubernamentales, abogando por causas que, aunque no dejan de ser importantes, tampoco ofrecen soluciones, y no son acciones efectivas frente a problemas, que están acabando con la vida de tantas mujeres en el mundo.
A Nadia, me hubiera gustado decirle... Que no estaba sola, y que no era odiada por la vida. Que los únicos que la odiaban, eran personas que en realidad odian la vida.
Más a menudo de lo que puedo tolerar me toca presenciar impotente, cómo las mujeres víctimas de alguna agresión, son juzgadas por las acciones de sus agresores. Olvidando, por desgracia, que ellas han sido las vítimas.
Se ha hecho bastante por las mujeres, de este lado del mundo. Sin embargo, no es un secreto, que mientras exista alguien capaz de juzgar las acciones equivocadas e irrespetuosas, de alguien más hacia una mujer, basándose en su forma de vestir, en sus fotos de redes sociales, o, en el lugar y momento, que fue agredida. Todavía nos faltaría bastante por hacer.
En mi caso, debo reconocer que pese a las buenas intenciones de las organizaciones, cuya misión es proveer protección a las mujeres, en no pocas ocasiones, se muestran incapaces: por la falta de recursos, o por el volumen del problema.
Entonces, ¿qué estamos haciendo mal?
Quizá, tú, padre de un varón, nunca enseñaste a tu hijo a golpear a una mujer pero, en el momento que necesitabas enseñarle respeto hacia ellas, dijiste orgulloso: ¡Agarren sus gallinas que mi gallo anda suelto.
Y a las madres, también, lo que les toca. Ustedes, en su mayoría, son las que crían los machos. Sin embargo, otras son las que deben enfrentarse a ellos.
Las mujeres en minifaldas, las que van a las discotecas, las que hacen contenido explícito… Son las hijas, las hermanas, las tías, las amigas, las madres de alguien, y ¡qué bonito sería! que todas sin distinción estuvieran seguras en el mundo.
L Chica Del Sombrero
